LA HIJA DEL LIBERTADOR GENERAL SAN MARTÍN

20.08.2014 11:20

Mercedes Tomasa nació en Mendoza el 1 de Agosto de 1816, producto del matrimonio del General San Martín con la hija de una de las familias más distinguidas y muy respetada de Buenos Aires, María Remedios de Escalada, quien nació en Buenos Aires en 1797, se casó a los 14 años con José de San Martín y murió de tuberculosis a los 26 años, el 2 de agosto de 1823.

El 10 de febrero de 1824, luego de la guerra de independencia, padre e hija se embarcan con rumbo a Europa, en el navío francés "Le Bayonnais". El general José de San Martín se exilió con su hija en París. Coloca a Mercedes, en Bruselas, en un pensionado de señoritas, para comenzar su educación, aquella magnífica educación que, según Vicuña Mackenna, convirtió en un dechado de mujer soberana y cautivante, con un acopio de virtudes personales y una cultura primorosa y delicadamente dirigida, bajo la mirada rectora de su padre, a la infanta mendocina. Años más tarde, ambos se trasladan a un pueblo más retirado, Boulogne-sur-Mer. Allí los dos se enfermaron de cólera, y fueron atendidos por el médico argentino Mariano Severo Balcarce, hijo del vencedor de Suipacha, recién arribado de Londres. La joven se repondrá en un mes; su padre tendrá complicaciones gástricas y necesitará mucho más tiempo.

Mercedes y Balcarce se casaron ese mismo año. El matrimonio tuvo dos hijas: Josefa Dominga y María Mercedes.

El dolor sufrido por Mercedes al morir su padre, el 17 de agosto de 1850 a la edad de 72 años, se renovará diez años después, al fallecer su primogénita María Mercedes en plena juventud. La memoria del héroe permanece viva en su hija y en Mariano Balcarce. Los dos cumplirán celosamente las mandas testamentarias y no escatimarán el archivo paterno a Mitre cuando éste se decide a escribir con método científico la historia de la epopeya libertadora. Radicados en Brunoy, una habitación se destinará a conservar cuanto recuerda materialmente al gran padre y abuelo. Y también allí, en el panteón familiar erigido en el cementerio de Brunoy, permanecerán los restos del Libertador mientras su hija viva. Mercedes sabe que su padre ha expresado el deseo de que su corazón sea llevado a Buenos Aires y no se opone a ello, pero no consentirá en separarse de esos restos mientras Dios no la llame a su seno para poder tributarle así homenaje del amor filial. Esto explica porqué las veneradas cenizas del Gral. San Martín, no retornarán a la Argentina, hasta 1880.

Y allí en Brunoy, en Francia, a la edad de 58 años, en el año 1874, "la mendocina" concluirá su existencia, y corrida una década, el 20 de febrero de 1885, la seguirá su esposo. Los sobrevive su hija Josefa Dominga, quien contrajo matrimonio con Fernando Gutiérrez Estrada, vástago de una familia mexicana. Ella fallecerá en 1924, sin dejar descendencia.

El 13 de diciembre de 1951, los restos de Mercedes, de Mariano Balcarce y de María Mercedes recibieron definitiva sepultura en un monumento fúnebre especialmente construido en la basílica de San Francisco, de la ciudad de Mendoza, la tierra donde vino al mundo la hija del Libertador. Los despojos habían llegado a Buenos Aires dos días antes, traídos desde Francia a bordo del guardacostas "Pueyrredón".

SANTA CLARA DE ASIS

Santa Clara de Asís (en italiano: Chiara d'Assisi) nació en Asís, Italia, el 16 de julio de 1194 y falleció el 11 de agosto de 1253, religiosa y santa italiana. Seguidora fiel de San Francisco de Asís, con el que fundó la segunda orden franciscana o de hermanas clarisas. Clara se preciaba de llamarse “humilde planta del bienaventurado Padre Francisco”. Después de abandonar su antigua vida de noble, se estableció en el monasterio de San Damiano hasta su muerte.

Clara fue la primera y única mujer en escribir una regla de vida religiosa para mujeres. En su contenido y en su estructura se aleja de las tradicionales reglas monásticas. Sus restos mortales descansan en la cripta de la Basílica de santa Clara de Asís.

Hija mayor de un matrimonio descendiente de una ilustre familia de Sterpeto, los Eiumi. Ambas familias pertenecían a la más augusta aristocracia de Asís, su padre tenía el título de Conde de Sasso–Rosso. Clara tenía cuatro hermanos, un varón, Boson, y tres mujeres, Renenda, Inés y Beatriz.

Su madre era una mujer de mucha virtud y piedad cristiana, y era devota de hacer largas peregrinaciones a Bari, Santiago de Compostela y Tierra Santa. Dice la tradición que antes de nacer Clara, el Señor le reveló en oración que la alumbraría de una brillante luz que habría de iluminar al mundo entero, y fue por eso que la niña recibió en el bautismo el nombre de Clara, el cual encierra dos significados, resplandeciente y célebre.

La niña Clara creció en el palacio fortificado de la familia, cerca de la Puerta Vieja. Se dice que desde su más corta edad sobresalió en virtud, y rezaba todos los días tantas oraciones que tenía que valerse de piedrecillas para contarlas. Cuando cumplió los 15 años, sus padres la prometieron en matrimonio a un joven de la nobleza, a lo que ella se resistió respondiendo que se había consagrado a Dios y había resuelto no conocer jamás a hombre alguno.

Por esa fecha había vuelto de Roma, con autoridad pontificia para predicar, el joven Francisco, cuya conversión tan hondamente había conmovido a la ciudad entera. Clara le oyó predicar en la iglesia de San Rufino y comprendió que el modo de vida observada por el Santo era el que a ella le señalaba el Señor.

La noche después del Domingo de Ramos de 1212, Clara huyó de su casa y se encaminó a la Porciúncula; allí la aguardaban los frailes menores con antorchas encendidas. Habiendo entrado en la capilla, se arrodilló ante la imagen del Cristo de san Damián y ratificó su renuncia al mundo «por amor hacia el santísimo y amadísimo Niño envuelto en pañales y recostado sobre el pesebre». Cambió sus relumbrantes vestiduras por un sayal tosco, semejante al de los frailes; trocó el cinturón adornado con joyas por un nudoso cordón, y cuando Francisco cortó su rubio cabello entró a formar parte de la Orden de los Hermanos Menores. Clara prometió obedecer a san Francisco en todo. Luego, fue trasladada al convento de las benedictinas de San Pablo.

Cuando sus familiares descubrieron su huida y paradero fueron a buscarla al convento. Tras la negativa rotunda de Clara a regresar a su casa, se trasladó a la iglesia de San Ángel de Panzo, donde residían unas mujeres piadosas, que llevaban vida de penitentes. Seis o diez días después de la huida de Clara, otra de sus hermanas, Inés, huyó también a la iglesia de San Ángel a compartir con su hermana el mismo régimen de vida. Más tarde fue a reunírseles su otra hermana, Beatriz, y ya en san Damián, unos años más tarde, su madre.

Murió el 11 de agosto, rodeada de sus hermanas y de los frailes León, Ángel y Junípero. De ella se dijo: «Clara de nombre, clara en la vida y clarísima en la muerte». Fue canonizada un año después de su fallecimiento, por el papa Alejandro IV.

SANTO DOMINGO de GUZMÁN (1170-1221) nació en Caleruega, cerca de Burgos, España, en el seno de una noble familia castellana-alemana. A pesar de su condición social, desde joven Santo Domingo se distinguió por la austeridad con la que acostumbraba vivir y por su caridad hacia los pobres. A los 15 años se estableció en Palencia para estudiar teología y artes liberales. Ahí, durante una gran hambruna, regaló y cambió todas sus pertenencias para conseguir comida y repartirla entre los hambrientos.
En 1194 concluyó sus estudios y fue consagrado como sacerdote. En 1203, Diego, el obispo de Osma, donde Santo Domingo había sido adscrito, tuvo que realizar una delicada misión diplomática en Dinamarca, y se llevó a Domingo como su acompañante para el largo viaje. Al constatar cómo las herejías de los cátaros y de los albigenses se esparcían rápidamente por todo el sur de Francia, tomó la decisión drástica de convertirse en misionero.
El Papa Inocencio III, no obstante, le encomienda predicar entre los descarriados como parte de una delegación pontificia, y Santo Domingo dedica los siguientes años de su vida a una intensa actividad de persuasión y predicación, de oración y penitencia.
Santo Domingo de Guzmán fundó finalmente en Toulouse la Orden de los Predicadores en 1215. Ésta devendría la Orden de los Dominicos, que históricamente y hasta la actualidad es una de las más importantes de la Iglesia. El objetivo principal de Santo Domingo era dar a la predicación una forma estable y organizada. El Papa Inocencio aprobó en principio la Orden, y un año después, tras su muerte, su sucesor, el Papa Honorio III la aprobó de manera oficial y definitiva. A partir de 1217, Santo Domingo comenzó a diseminar a sus hijos por toda Europa; en especial envió varios a Bolonia y a París, que eran los principales centros de estudio de la época.
Gracias a su infatigable energía, la Orden de Predicadores iba creciendo rápidamente. En 1220 y 1221 Santo Domingo de Guzmán presidió en Bolonia los primeros dos Capítulos Generales para redactar la “carta magna” de la Orden y establecer los principios que la rigen. Éstos son: predicación, estudio, pobreza evangélica, vida comunitaria, difusión de la Orden a través de actividad misionera.
Santo Domingo de Guzmán falleció inesperadamente en Bolonia, en una celda del convento que él había fundado. El siguiente Papa, Gregorio IX, lo canonizó en 1234. SANTO DOMINGO de GUZMÁN nos enseña la importancia de la rectitud y del espíritu de sacrificio.

SAN CAYETANO - 07 de Agosto

San Cayetano fue un noble vicentino. Pertenecía a la familia de los condes de Thiene. Fue el último de los tres hijos del conde Gasparo di Thiene (un militar que murió en 1492) y de la condesa Maria da Porto, que más tarde se convertiría en terciaria dominica. Recibió el nombre de Gaetano en honor a un tío recién fallecido, que era un canónigo docente de Derecho en la Universidad de Padua, que había nacido en Gaeta (pintoresco pueblo costero, a 70 km al sudeste de Roma).

Gaetano estudió leyes en la Universidad de Padua. En 1506 (a los 25 años de edad) gracias a las relaciones de su familia, tuvo la oportunidad de ser nombrado protonotario apostólico en la corte del Papa Julio II, en Roma. Desde ese puesto ayudó a reconciliar la Santa Sede con la República de Venecia. Se retiró de la vida cortesana en 1513 y fundó una sociedad de sacerdotes y prelados, llamada el Oratorio del Amor Divino. Fue ordenado sacerdote dos años después (a los 35 años). Trabajó como confesor. En 1522 retornó a su ciudad, Vicenza. En Venecia fundó el Ospedale degli Incurabili, un hospital para enfermos incurables.

En 1516, Martín Lutero luchaba en Alemania contra el comercio de indulgencias, lo que terminaría dividiendo a la Iglesia (la Reforma). Algunos sacerdotes católicos tenían la idea de que podían vender indulgencias y habían convencido a sus feligreses de que cualquier persona podía comprarlas, ya fuera para sí misma o para un pariente muerto que permanecía en el Purgatorio. Gaetano dedicaría su vida a luchar contra la Reforma protestante. En el año 1524 fundó la orden de los Teatinos (o Clérigos Regulares) junto con el obispo Juan Pedro Caraffa (1476-1559), que más tarde sería elegido papa con el nombre de Pablo IV.

A ellos se les sumó Bonifacio dei Colli (m. 1558) y también Paulo Consiglieri (m. 1557). La Orden de los Clérigos Regulares fue aprobada por Clemente VII el 24 de junio de 1524 y confirmada definitivamente en 1532. Gaetano estaba convencido de que la Iglesia necesitaba luchar contra la Reforma y servir a los más pobres. La fundación de los Clérigos Regulares tenía como objetivo renovar el espíritu y la labor misionera de los sacerdotes. A esta orden se la llamó de los teatinos por el nombre latino de la ciudad de Chieti (Theate), la ciudad donde era obispo Caraffa. Tenían como regla que no debían poseer nada, ni debían pedir nada. Debían vivir únicamente de las limosnas que los fieles les ofrecieran espontáneamente.

Para paliar las necesidades de los pobres, fundó la organización de beneficencia Monte di Pietà (que posteriormente se convirtió en el Banco de Nápoles), como una alternativa a los usureros (tiburones del préstamo).

En Venecia se asoció con un miembro de su asociación Amor Divino que trabajaba en el Hospital de los Incurables, Jerónimo Emiliani —noble veneciano que después de una juventud aventurera, decidió en 1531 dedicarse a los pobres y huérfanos (aunque permaneciendo laico)—, a quien ayudó a fundar otra orden de clérigos regulares, la Orden de los Padres Somascos.

Falleció siendo el superior de su orden, en Nápoles. Sus reliquias se encuentran en la iglesia de Santo Paolo, en Nápoles.

 

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